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Es
interesante resaltar que un estudio realizado por
científicos estadounidenses ha demostrado que en la etapa de la
adolescencia es cuando aumenta la actividad neuronal en un área
específica del cerebro que mejora la capacidad de no dejarse
influenciar. Sin embargo, es para todos evidente que cada vez más
los jóvenes sufren una dependencia social que obliga a dejarse
llevar por los estándares que marca la sociedad. Cuando nos
adentramos en la adolescencia vamos relacionándonos cada vez más
con nuestro entorno de amigos y cada vez menos con la familia, y en
cierto modo, perdiendo personalidad, lo que nos hará mas vulnerables
a caer en el típico “qué dirán” tan marcado en la sociedad
actual.
Muchas
veces la presión social nos frena y nos impide llevar a cabo
nuestros sueños por el simple hecho de no ser aceptados socialmente,
de no recibir el reconocimiento o aprobación de nuestro entorno.
Esta falta de libertad que nosotros mismos a menudo nos imponemos por
crear esa dependencia de las demás personas, puede llevarnos a
estados de frustración, a no vivir una vida satisfactoria; esto
puede desencadenar en una situación que no deja a nadie indiferente
y que es cada vez más común: el suicidio. Este tema lo aborda Jaime
Nubiola en su libro “Invitación a pensar”, él hace referencia a
la falta de fuerza para afrontar los problemas profesionales,
familiares o de cualquier otra índole. En mi opinión, existe mucha
relación con el tema que estoy abordando ya que podemos sentirnos
superados por estos problemas al sentir que no llegamos a cumplir los
estándares requeridos e impuestos en la sociedad.
Un
dato interesante que leí con respecto a las tasas de suicidio, es el
hecho de que los países considerados más felices registran las
mayores tasas de suicidios y al parecer, según los que analizan este
fenómeno, el origen de esta situación son las comparaciones que las
personas descontentas hacen con el resto de la sociedad.
El
paso que debemos dar es lograr romper todas las ataduras sociales que
no nos dejan crecer como personas con una identidad única, dejar de
ser “marionetas” de la sociedad. Es en este punto cuando
lograremos vivir de forma auténtica en esta sociedad cada vez más
competitiva.
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